En esta época hemos de planificar la poda del olivar. La mítica frase de nuestro antecesor Columela (3 años a.c.) “Quien ara el olivo, le pide fruto; quien lo abona se lo pide con insistencia; el que lo poda, le obliga a que se lo dé” nos habla directamente de ello, pero ojo no se nos olvide el estado agro-climático en el que nos encontramos.
Venimos, según zonas, de dos años de malas cosechas, en una situación con unas pluviometrías medias bajas o muy bajas, y con la menor reserva hídricas que se recuerda en años. Es por ello que se han de adecuar todas la labores a estos condicionantes y la poda no iba a ser menos.
A menos que la situación se revierta, y que llueva en cantidad para llenar las reservas de suelo así como acuíferos y pantanos, tendremos otro año pluviométricamente corto, en el que los árboles no podrán aguantar con una carga elevada, y aún más si son de riego y este verano éstos son cortos o inexistentes.
Es por ello, que la poda, en aquellos olivares que les toque, se ha de dirigir a el control del volumen foliar, para así inducir una floración tal que en las condiciones comentadas no suponga un esfuerzo mayor que el que ya es para el cultivo sacar adelante la cosecha con un lipogénesis normalizada.
Defectos en la poda del olivar
Un defecto de poda, pueden inducir una floración elevada, con un alto número de frutos, que si no hay reservas hídricas o riegos suficientes, no obtendrán un tamaño medio adecuado, lo que tendría una consecuencia directa en calidad y cantidad de aceite.
Por el contrario un exceso de poda, puede generar desequilibrios en la plantación, que cueste reconducir, y nos afecte a cosechas futuras.
La mejor recomendación es analizar el estado de la plantación y de los recursos tanto nutricionales como hídricos que se prevén disponer, y con todos estos factores planificar la poda y su intensidad.
Un artículo de Rafael López Uceda
- Ingeniero Agrónomo Por la Universidad Politécnica de Madrid.
- Técnico API, en Cultivo e Industria por la Junta de Andalucía.